LA GUERRA DE INDEPENDENCIA EN SALAMÓN: 1808-1814

La primavera de 1808 se presenta llena de luz y color en los campos de La Montaña Leonesa muy alejada de las intrigas palaciegas de la corte borbónica que desde Madrid están precipitando a toda la nación en el negro abismo de la guerra.

Los pueblos de la Montaña permanecen sumidos en el sopor y la rutina agraria de la supervivencia de siglos frente a una geografía hostil que nada regala y a la que con muchos esfuerzos se consigue arrancar justo lo necesario para malvivir una familia con muchas estrecheces.

Salamón está formado por una veintena de casas y aproximadamente unos 90 habitantes dedicados a la agricultura y ganadería de subsistencia en pequeños minifundios dispersos por las laderas del valle y muy dependientes de los pastos y bosques comunales. Las viviendas mantenían en su totalidad la techumbre de cuelmo, es decir, una techumbre vegetal a base del bálago o paja de centeno que constituía un eficaz aislante natural para soportar los rigores del invierno y mantener el calor de animales y personas en su interior. Sus habitantes conservaban el viejo orgullo de ser hidalgos y de estado noble,  que durante siglos les había eximido del servicio de armas, pobres pero propietarios de minúsculas porciones de terreno que les proporcionaban una penosa subsistencia. Se dedicaban a la agricultura y ganadería siendo el único oficio el de pastor o bien de ganado fino, en los rebaños trashumantes de merinas de ricos terratenientes o bien de ganado basto en los pueblos de alrededor como criados que trabajaban por la comida o poco más. Otra salida muy socorrida en la época era la carrera eclesiástica aunque, cosa muy extraña, no he encontrado ningún dato de religiosos ni religiosas en Salamón en toda la documentación consultada hasta la fecha.

Existía una Casa Consistorial de la que queda como único mudo testigo las piedras del arco de la puerta de acceso en la Calle Cimera. En ella se ubicaba la Cárcel del Concejo y también probablemente guardase la documentación más preciada del Concejo de Aleón y más tarde Ayuntamiento de Salamón. Esa misma documentación conservada por los vecinos durante siglos y perdida por la desidia de los sucesivos responsables, léase secretarios, alcaldes y presidentes y que ha llegado hasta nuestras manos gracias a que la Asociación Cultural “Río Dueñas” la rescató de entre los escombros, la humedad y la ruina del viejo y abandonado Ayuntamiento de Salamón. (Falta mucha más documentación de la conservada. A mediados de los años 40 del pasado siglo un secretario tuvo la infeliz ocurrencia de vender varias sacas al peso, no se sabe si como papel a los traperos que su valor sería mínimo o, quizá  a  anticuarios y falsificadores que pagaban algo más por cualquier tipo de documento de los siglos XIV y XV que tuviese algún tipo de timbre o sello que avalase dicha antigüedad. Posteriormente, con la desaparición del Ayuntamiento de Salamón y su anexión al de Crémenes otras sacas con documentación fueron llevadas al nuevo Ayuntamiento de Crémenes donde permanecieron durante años en el trastero junto con el corro de aluche o el escenario de las fiestas hasta que se les perdió la pista definitivamente.)

Los últimos 30 años del siglo XVIII habían sido de relativa prosperidad para el pueblo a pesar de las malas cosechas y repetidas epidemias que se repetían cada pocos años, la población no sólo se mantenía estable si no que incluso había aumentado desde el censo realizado el 7 de marzo de 1752 con motivo de la realización del llamado Catastro de Ensenada.

Existía una iglesia recién construida, terminada hacia 1792, a la que se intenta dotar de techo de teja con las aportaciones de los vecinos para los que significaba un gran sacrificio cualquier gasto extraordinario. Se había constituido una parroquia propia atendida por un sacerdote en exclusiva para el pueblo de Salamón.

Hasta ese momento Salamón y Valbuena de Roblo compartían la parroquia de Santa Cecilia situada en lo alto del Valle al que da nombre, equidistante de ambos pueblos y a la que acudían los vecinos a realizar los oficios religiosos. Sin embargo esta mismo distancia constituyó el motivo para que cada uno de los pueblos procurase la construcción en la localidad de su propia parroquia que les evitase a los vecinos tales desplazamientos. La iglesia de Salamón se terminó, en este primer momento, hacia 1792 como atestigua las inscripciones que en ella podemos encontrar en las distintas pilas de agua situadas en su interior. Uno de los primeros curas privativos fue Francisco Iban Prieto, natural de Prioro. En un primer momento debía ser un edificio modesto que probablemente ocupase el solar de la ermita de Cueva Malata. En años posteriores se realizan distintos escotes entre vecinos para comprar teja lo que nos hace pensar que en su origen la iglesia de Salamón no se diferenciaba del resto de viviendas del pueblo pero posteriormente consiguió cierta prestancia al ir elevando sus muros y cubrir el tejado con teja de barro cocido. Se tardaría más de un siglo en dotarla de espadaña,  arcos de medio punto y bóvedas. Todo ello a base de aportaciones de los vecinos en dinero y trabajos personales. La falta de espadaña hizo que las campanas estuviesen colocadas sobre un elevado caballete de madera formado por gruesos troncos de roble situado en El Cantón y no fueron colocadas en su actual ubicación hasta 1946.

En esos mismos años, aprovechando la presencia de canteros que realizan la labra de la piedra para la Iglesia se acomete la construcción de la fuente del pueblo. En ese momento los vecinos tienen que recoger agua para uso doméstico en recipientes en las distintas fuentes existentes: la fuente de la “Hoyera” por estar en un hoyo al final de la calle La Cortina; la fuente de Canalejas por que vierte sus aguas por una canaleta de teja además de otras dos fuentes de las que desconocemos su nombre también en el casco urbano. Para la construcción de esta fuente de piedra se elige para su ubicación la bifurcación existente entre la calle La Cortina y las calles Cuesta y Bajera por considerarse más equidistante para todos los vecinos. Tendrá una planta cuadrada de poco más de un metro de lado, las caras laterales son losas de piedra caliza con aristas perfectas que encajan entre sí y sobresalen unos 60 cm sobre el nivel del suelo. Se cubre con una bóveda semicircular de cantería que a su vez se remata con un tejado a dos aguas formado por dos grandes losas planas. El agua manaba por dos caños metálicos incrustados en sendos agujeros de la cara frontal. Entre estos dos caños se situaba el rebosadero. Mantenía una inscripción que la databa en 1799.

Cada año se realizan diversos escotes entre los vecinos para pagar servicios comunes como cirujano, capador, maestro de primeras letras, escribano…así como los diezmos y primicias a la iglesia y múltiples tributos que por distintos conceptos debían sufragar.  También se contribuye entre todos los pueblos del Concejo de Aleón al mantenimiento del puente sobre el Río Esla en Las Salas que posibilita la conexión con el Camino Real que discurre por la margen izquierda del Esla y constituye una de las salidas del Concejo. El mantenimiento del puente de los Chiquitos, de La Puente del Campo, de los puentes del pueblo, de los caminos y abrevaderos comunales se realiza mediante hacenderas vecinales.

En esta situación se producen el 24 de Abril de 1808 en la ciudad de León los primeros enfrentamientos entre un puñado de enardecidos ciudadanos contra la escasa guarnición de tropas francesas acantonada en la ciudad y que en ese momento siguen siendo aliados de España. El enfrentamiento termina con la aniquilación de los exaltados que pagan cara su osadía. A la vez se producen distintos enfrentamientos en todos los puntos de la geografía española hasta que el 2 de mayo de 1808 el pueblo de Madrid se levanta en armas contra el rey José Bonaparte y ejército francés en lo que es considerado como fecha de inicio de la Guerra de Independencia o Francesada que durará hasta 1814.

A principios del mes de junio de 1808 llega a la Merindad de Valdeburón y a los Concejos que la forman (Aleón, Burón, Maraña, Valdeón y Sajambre), igual que al resto de Concejos de la Provincia,  la petición de reclutamiento de hombres, entre 17 y 40 años, desde la recién constituida Junta del Reino de León.

El Concejo de Salamón gratifica con 450 Reales de Vellón a repartir entre sus voluntarios, de los que desconocemos sus nombres.

Se calcula que se alistaron de forma voluntaria el 25% de los varones, llegándose a los 10.000 reclutas en toda la provincia. De ellos, 6500 fueron encuadrados en el Tercio de Voluntarios de León recibiendo una somera instrucción en las afueras de León durante los últimos días del mes de junio. Dentro de estos voluntarios y encuadrado en el Batallón de Estudiantes Leoneses está el seminarista natural del Lois y posterior párroco de su pueblo natal Vicente Reyero Muñiz. A principios del siguiente mes de Julio sin uniformes y con armas inglesas recién traídas desde Asturias por arrieros maragatos se encaminan a Benavente y el 14 de julio de 1808, al mes de salir de sus pueblo, este ejército formado por campesinos, agricultores y pastores que en su vida habían disparado un arma se enfrenta en Medina de Rioseco a las veteranas tropas napoleónicas con quince años de continuadas victorias sobre los ejércitos de todas la naciones Europeas. La derrota española fue total y podría haber sido un desastre si las tropas francesas no se hubiesen dedicado al saqueo de Medina de Rioseco. Como consecuencia de la debacle  se abandona la ciudad de León que se entrega sin resistencia ante el ejército francés y se licencia a los soldados que deben regresar por sus propios medios a sus hogares.  La mayoría es lo que hace y el resto huye hacia Galicia y Asturias. Ante la desbandada del Ejército de Castilla y del Ejército de Galicia toda la Meseta Norte queda en manos del ejército francés que ocupa las principales ciudades y vías de comunicación.

En los meses finales de 1808  se establece en el triángulo comprendido entre Burón (León), Guardo (Palencia) y Potes (Cantabria), la partida guerrillera del “Marquesito” Juan Díaz Porlier, formada con los restos derrotados y fugitivos de la batalla de Gamonal (Burgos) que buscan refugio al abrigo de la Cordillera Cantábrica. Desde ese momento comienza una labor guerrillera con una pequeña partida que irá incrementándose a lo largo de los meses hasta conformar un verdadero ejército. El Marquesito impuso una férrea administración al territorio que controlaba exigiendo continuadas contribuciones para sustentar su cada vez más numerosa partida. Su forma de actuar cercana al bandolerismo hizo que la población civil de toda la cuenca del Esla le temiese más que le apreciase.  En sus correrías siguiendo el curso del Esla llegó a entrar en León, ciudad que hubo de abandonar a las pocas horas ante la presencia del ejército napoleónico.

En 1809 la partida del “Marquesito” realiza la guerra por su cuenta con rápidas incursiones por las riberas del Pisuerga, del Cea y del Esla que le permiten entrar en las importantes localidades de Herrera de Pisuerga, Sahagún e incluso León. Sin embargo, tiene que abandonar inmediatamente el terreno conquistado para replegarse al abrigo de las montañas donde busca refugio ante el ejército francés que constantemente le sigue. Como represalia por la colaboración prestada a esta partida guerrillera son incendiados los pueblos de Potes en Cantabria, y posteriormente Pedrosa del Rey y Burón en León a principios de abril de 1809.

En 1810 comienza la reorganización del ejército regular que crea un cuartel en Las Salas con la finalidad de obtener sustentos y tropa para el Sexto Ejército con base en Astorga y León.

En 1811 llega un momento en que Salamón al igual que el resto de pueblos de la zona debe contribuir con dinero, suministros y aportaciones de todo tipo a:

  • Al cuartel del Sexto Ejército establecido en Las Salas
  • Al cuartel del Marquesito establecido en Burón dependiente del Séptimo Ejército de Santander.
  • Al cuartel francés establecido en Renedo de Valdetuéjar.

Todo ello nos da una idea de la complejidad de la situación y de las penurias económicas en que se encontraban los habitantes de estos pueblos que debían contribuir con lo poco que tenían ante las exigencias y las razones que proporcionan la fuerza de los fusiles de amigos y enemigos.

Para hacer frente a estas constantes necesidades económicas los Concejos deben ir vendiendo su bien más preciado: los pastos comunales. Se realizan nuevas parcelas en los terrenos comunales que pasan a manos de los particulares mediante escritura de compra-venta aprobadas en público concejo. Dado que los vecinos compradores tampoco disponen de grandes cantidades de dinero las sucesivas ventas corresponden a pequeñas porciones de terreno.

A partir de 1812 el poderío del ejército francés comienza a declinar. Se produce un punto de inflexión y comienzan a abandonarse las zonas periféricas alejadas de las importantes vías de comunicación. Según pasan los meses la guerra se aleja de La Montaña Leonesa y únicamente permanece el Cuartel de Las Salas que mantiene su constante actitud recaudatoria meses después del final de la Guerra de Independencia.

En 1813 ya está establecido en Riaño un Hospital de Campaña que es necesario surtir con todo lo necesario: camas, sábanas, mantas y comida. Todo ello se logra a partir de escotes entre los vecinos de todos y cada uno de los pueblos de alrededor. Para terminar de empeorar las cosas, en ese mismo año, se establece durante unos meses en Pedrosa del Rey el Regimiento de Infantería de Aragón al que también es necesario abastecer.

A finales de 1813 las tropas francesas cruzan los Pirineos hacia el norte abandonando España y se firma la paz. Una sensación de alivio generalizado recorre el ánimo de todos. Es el momento de comenzar a recuperarse de un desastre que dejará una huella tan profunda en la economía del Concejo que a lo largo del siglo siguiente no se realiza ninguna obra importante y prácticamente el Concejo se limita a mantener lo heredado. Esta huella también permanece en el espíritu colectivo y los sucesos ocurridos en estos años se relatan una y otra vez en las “hilas” invernales hasta llegar perdidos en la bruma de los tiempos a nuestros días.

Miguel Ángel Díaz López

La Voz de Salamón N 15 - 2008

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