PEREGRINACION A SANTIAGO

 

MOTIVACION 

Para peregrinar a Santiago de Compostela, como para hacer cualquier otra cosa, hay que estar motivado. Cuanto más, mejor. Hoy día no es difícil motivarse para ir a Santiago. Como es natural, existen muchos tipos de motivación: culturales, sociales, deportivas y también religiosos; o una mezcla, a veces inconsciente, de todos ellas. Estar motivado no significa que estés soñando, disfrutando de algo que aún no has realizado. Este puede ser un error, porque la realidad es única y no siempre coincide con lo pretendido, anhelado o soñado.  

Quien quiera peregrinar a Santiago debe saber, sin lugar a dudas, que está motivado; el porqué de esta motivación ya no importa tanto. 

Otro aspecto sobre el que hay que meditar, y llegado el momento decidir, es desde dónde: desde qué punto se va a peregrinar.  

Básicamente hay dos teorías: hay quien cree que el camino debe empezar en los Pirineos y que la andadura debe ser desde allí y otros, entre los cuales me incluyo, que pensamos que no es absolutamente necesario partir desde aquel punto. Es más, iniciar la peregrinación desde un lugar especial y entrañable puede llegar a ser una motivación importante para el peregrino. 

En nuestro caso, en el año 2003 peregrinamos a Santiago desde Ciguera, en el valle del Río Dueñas, León.

 A partir de estas premisas el siguiente paso es preparar el viaje.

 

PREPARANDO EL VIAJE 

 Existen tres modos acreditados para peregrinar a Santiago: andando, a caballo o en bicicleta. El más popular es caminando.  

Solamente hablaremos del camino hecho a pie. Sin embargo, no es difícil extrapolar y sacar algunas ideas, iniciales por supuesto, para imaginar lo que sería hacerlo en bicicleta o a caballo. Muchos aspectos son comunes. Pero vayamos al grano.

El camino se puede programar para hacerlo en más o menos tiempo, en más o menos días, en definitiva, con menor o mayor prisa, pero no es conveniente hacer un programa ni rápido, ni apretado, ni intenso. Al final (y en los intermedios) resulta asfixiante, no lo resiste nadie y pasa factura.

Para peregrinar a Santiago es necesario disponer de unos cuantos días libres; bastantes. Ya sé que no todo el mundo tiene esa disponibilidad, esto es una verdad incuestionable, pero es necesario decirlo antes de seguir adelante.

Para tener una idea reseñar que nosotros empleamos 16 días naturales para ir de Ciguera a Santiago de Compostela.

Esta necesidad de disponer de un tiempo razonable no es por si misma una condición insalvable, porque hay quien hace el Camino en etapas, es decir, un tramo en una época, otro tramo en la siguiente, etc. Sin embargo, considero mejor hacerlo seguido, ya que no se pierde la concentración, física y espiritual, que da la continuidad.

En todas las épocas del año se peregrina a Santiago, no hay más que mirar y ver. No obstante, el hecho de disponer de mejor tiempo atmosférico y más horas de luz, aconseja hacerlo a finales de la primavera o principios del verano. Para ser más concreto, los meses de mayo, junio, julio y agosto son muy apropiados.

En nuestro peregrinaje, arrancamos de Ciguera a finales de mayo, era primavera y el Cu-Cu nos acompañó en todo momento. Día a día le vas escuchando, te vas acostumbrando y al final reclamas su presencia como un compañero más.

 

SOLO O EN COMPAÑIA

He mencionado la palabra “compañero” y este también es un punto a considerar. Hay quien peregrina solo. Todavía más: hay mucha gente que peregrina sola. Extranjeros y nacionales. Mayores y jóvenes. Hombres y mujeres. No representa ninguna rareza hacer el Camino solo.

De nuestro peregrinaje recuerdo a Montserrat, catalana, de 74 años, que caminaba en sandalias; a la joven inglesa que la primera vez que nos encontramos estaba sentada en la orilla del camino, pensativa, con los pies descubiertos al aire, mirándose los parches. A los sucesivos brasileños: Lucio, Silvio y aquel rubio que en Astorga nos confesó que había tomado el autobús porque ya no podía más. A Míleny, brasileña de Bahía, con quien “falaba” en portugués y que no encontraba a su tía desde Ponferrada. A la joven catalana, que en O Cebreiro aceptó las sandalias que le prestó nuestro compañero Lisardo, pues estaba calada y no tenia nada seco que ponerse, y un largo etc.

Peregrinar en grupo es la otra alternativa. Pero que quede claro: ir en grupo exige poner en práctica unas características, unas capacidades de convivencia que al peregrino en solitario, en principio, no le afectan, ni le perturban en la misma medida.

Es fácil comprender que el que camina solo tiene mayor autonomía para organizarse y decidir: ahora ando, aquí me paro, hoy duermo más, después arreo, etc, etc. También tiene sus problemas: mayor soledad y menor apoyo. Pero en el Camino hay mucha voluntariedad y compañerismo. 

En grupo es otro cantar, hay que convivir, hay que hacer labor de equipo, hay que estar “vacunado” contra el individualismo. Es necesario saber que se pasan muchas horas al día juntos, durante muchos días y que, probablemente, para estas personas sea la primera vez que conviven por un espacio de tiempo tan prolongado. El respeto mutuo, la tolerancia, el buen talante en momentos de cansancio son valores muy difíciles de garantizar. Y estas dificultades hay que prevenirlas.

Desde el primer día es necesario establecer un tiempo “libre” para que cada cual haga lo que quiera. El mejor momento suele ser después de comer. Unos a la siesta, otros a lavar, secar, leer, escribir, pasear o jugar a las cartas. Lo que sea pero con entera libertad. Se marca una hora de encuentro y listo.

Particularmente soy partidario del grupo, me encuentro más a gusto. Pero el grupo no puede ser excesivo. Cuatro personas es un conjunto bien dimensionado. No son muchas personas para pernoctar en el mismo albergue, se desdoblan bien para caminar en parejas y es un buen número para jugar a las cartas.

Nuestro grupo no fue de cuatro, sino de cinco personas: mi hermano Román, Jose, Gonzalo, Lisardo y yo. Se podía decir que éramos dos grupos en uno: Román y yo (los hermanos) y Jose, Gonzalo y Lisardo (los de Toreno, compañeros de muchas batallas que da gusto escucharlas).

Gonzalo, Jose, y yo nos conocíamos y éramos (somos) amigos. A Lisardo le conocí cuando se incorporó al grupo en Ponferrada. Román no conocía ni a Gonzalo ni, por supuesto, a Lisardo (con quien acabó con una gran amistad; se compenetraban y comprendían: algo especial). Román conocía a Jose, pero superficialmente, casi de vista.

En este contexto, hacíamos de puente entre los dos grupos: Jose, Gonzalo,  y yo, quedando en los extremos Lisardo y Román. Debo decir que fue una buena experiencia humana, inolvidable.

Tuvimos, como es natural, nuestros momentos de discusión y opiniones encontradas, pero se superaron ampliamente. Una de ellas fue cuando llegamos a Mansilla de las Mulas y nos acercamos al albergue a sellar las Credenciales. Allí, el hospitalero nos informa que el albergue ha estado lleno, que incluso algunos de los peregrinos han tenido que dormir en el suelo y comienza la discusión: Gonzalo opina que deberíamos madrugar más o caminar por las tardes, para así sobrepasar a los que pudieran ir por delante, o no dejarnos coger por los que vinieran por detrás, para, evidentemente, garantizarnos las camas en el albergue.

Esta propuesta rompía la estrategia que habíamos acordado antes de salir: “Que sólo caminaríamos por las mañanas y no madrugaríamos más de lo que la etapa nos exigiera para llegar a comer al albergue previsto”. Jose no está de acuerdo con Gonzalo y expone que las etapas hay que considerarlas como una rueda, cíclicas, y que, hagamos lo que hagamos, siempre tendremos gente por delante y también por detrás, por lo que no deberíamos cambiar lo que habíamos planeado.

Román por el contrario es partidario de andar más y más deprisa (esta opinión la manifestará en más ocasiones); por mi parte, estoy con Jose: hacer lo programado. Al final llegamos al acuerdo de caminar a nuestro ritmo y según lo planeado (Lisardo aún no se había incorporado al grupo).

Otra situación conflictiva se nos presentó en la etapa Palas de Rei – Arzua. En un momento dado del trayecto, caminando por la carretera y después de varias entradas y salidas en pequeños pueblos (siguiendo las indicaciones del Camino), Román ya está hasta el gorro de entrar y salir en estos pueblos, que en su opinión no hacen mas que retrasar y se va solo por la carretera, sin que se le pueda convencer para caminar juntos. Pero en esta ocasión el Camino no entra y sale rápidamente, sino que va profundizando en el monte, alejándose cada vez más de la carretera y durante bastante tiempo y camino no sabemos, no hay forma de saber, pues Román no lleva móvil, si va por delante o si va por detrás. Lisardo cree que va por detrás porque estima que el camino ha recortado el monte y en cambio la carretera lo circunvala. Al final Lisardo es quien tiene razón y antes de llegar a Melide aparece Román acompañado de una peregrina extranjera.

 

COSAS NECESARIAS: EL EQUIPAJE

Es necesario proveerse de las Credenciales. Cada peregrino debe llevar consigo su Credencial que le acredita como tal. Se adquieren en los Centros de Amigos del Camino de Santiago, en algunos albergues importantes del Camino (nosotros las conseguimos en el de Ponferrada) y en centros eclesiásticos. 

En la Credencial se facilitan los datos personales del peregrino y es donde se van plasmando los diversos sellos de los hitos del Camino. En los albergues es imprescindible presentar la Credencial para poder pernoctar. La Credencial se va enriqueciendo con los sellos que se acuñan en Iglesias, Monasterios, Conventos; también, en Ayuntamientos y otros puntos que el peregrino considera de interés.  

No conviene frivolizar, no se puede olvidar que la esencia del Camino es religiosa. Los sellos ilustran y recuerdan los hitos del Camino. Son imprescindibles los sellos de partida y llegada. 

El último y más importante, se obtiene en la Oficina del Peregrino, en Santiago de Compostela. Allí es donde se consigue la Compostelana, que es un diploma individual, donde se acredita que has peregrinado a pie, por una distancia superior a 100 Km. (desde Ciguera suman, según nuestras notas, 411 Km.).

 Esta carta de presentación es conveniente llevarla bien protegida, sin deteriorarla, en una funda de plástico, por ejemplo, para evitar que se moje.

También son imprescindibles los siguientes documentos: el DNI, la Cartilla o Tarjeta de la Seguridad Social  y mejor que dinero en metálico, una tarjeta Visa o similar. Recordar que el Camino pasa por numerosas poblaciones  donde no faltan las entidades bancarias más habituales. Estos documentos deben llevarse encima en todo momento y bien protegidos contra las mojaduras. Nada de dejarlos en la mochila.

 Sin lugar a dudas, conviene llevar el móvil: es un aparato que aporta mucho para su reducido peso. Quien sea aficionado a la fotografía llevará su máquina, digamos aquí lo que digamos. Hay que contar con ella como un objeto valioso a cuidar. Por lo menos uno del grupo deberá llevar un libro o guía del Camino de Santiago, libro que conviene leer día a día, anticipadamente a la etapa a recorrer, para estudiar el trazado y tener presentes los lugares por donde se va a pasar.

Una solución habitual entre los peregrinos es llevar a la cintura una riñonera grande, inseparable, donde se guardan los documentos personales, la guía de consulta y los objetos valiosos.

 Sobre la mochila que llevarás a tu espalda, los entendidos dan una recomendación muy importante: una vez cargada no debe pesar más del 10% de tu peso corporal. Está claro: si pesas (vestido como para peregrinar) 80 Kg., podrás llevar una carga de 8 Kg. 

La forma de saberlo es sencilla: Te vistes completamente, con botas y todo. Te subes a la báscula (sirve una de baño); primero con la mochila completamente cargada y a continuación sin ella. La diferencia te dará el peso que llevas. Si tu mochila supera ese famoso 10% (suele ser lo normal), tienes que suprimir peso. Creeme, repasa tu lista y suprime sin miedo. Ajustar lo más posible el peso de la mochila es vital para el Camino.

 Todavía no he mencionado a Víctor, un peregrino que salió de Ciguera con nosotros y no pudo continuar a partir de Quintana de Rueda, nuestra 2ª etapa. La primera, Ciguera – Cistierna, (26 Km.) la hicimos sin mochilas pues las habíamos dejado el día anterior en Cistierna, en casa de Eumene, la madre de Jose. Al día siguiente fuimos completos, cada cual con su carga y fue realmente duro.

 La llegada a Quintana de Rueda (nuestro destino, a 29 Km. de Cistierna)  fue fatal, todos estábamos agotados. La subida al 2º piso del Ayuntamiento para conseguir el sello de la Corporación fue angustiosa: la mochila te hunde, los pies abrasados. Víctor es quien más se queja de los pies y de la mochila y nos dice, con total convicción, que la va a facturar.  

Después de comer nos comunica que no va a seguir, que no puede con la mochila, que los pies los tiene magullados, doloridos, hechos polvo y que lo había pensado detenidamente. Fue una pena, pero estaba decidido de forma irrevocable.

 Posteriormente llegamos a la conclusión de que la mochila que llevaba estaba excesivamente cargada y la etapa, para ser la primera con mochila, mal programada: excesivamente larga. 

En esta misma jornada, Jose resultó con una inflamación del tendón de Aquiles en uno de los pies y yo con una ampolla en el dedo gordo del pie derecho. Es aquí donde Gonzalo se define como el cirujano del grupo. A lo largo del camino su titulación se irá enriqueciendo: veterinario, curandero, etc.

La mochila, debe ser de buena calidad, con abrochaduras que se adapten bien al cuerpo, sujeta en pecho y cintura, suficientemente rígida para que no se desplace la carga hacia abajo y con cintas anchas para minimizar la presión sobre los hombros. En una palabra: una mochila buena. Aquí no vale escatimar. La vas a llevar a cuestas todo el viaje.

No conviene que sea excesivamente grande, con 60 litros esta bien (yo llevé una de 45 litros y anduve muy justo). Ya sabes que si tienes espacio libre la vas a llenar o te la van a llenar. Te recomiendo la siguiente lista de objetos para el Camino:

 -         Un par de sandalias que te han de servir para la ducha y para pasear,    dando el merecido reposo a tus pies.

-         Saco de dormir lo más liviano posible (en los albergues no hace frío, solamente es por higiene).

-         2 pantalones cortos, fuertes y de color sufrido.

-         Chubasquero y mejor aún, una capa de las que cubren la mochila (en Galicia llueve y en León también).

-         3 sudaderas de colores alegres.

-         3 unidades de ropa interior.

-         Chándal, para el frío de las mañanas, para las tardes, para pasear, etc., etc.

-         3 pares de calcetines para las botas. Con la punta y talón reforzados, sin costuras. Calcetines de buena calidad (los venden en las tiendas de deporte de montaña).

-         Chaleco de cremallera tipo montaña (son muy prácticos, poco peso y abrigan mucho)

-         Pinzas para colgar la ropa en los tendederos de los albergues e imperdibles para prender en la mochila alguna ropa que no se acaba de secar.

-         Jabón que debe servir para dos funciones: asearse y lavar la ropa.

-         Los objetos de higiene personal (los que tengan que afeitarse ya saben).

-         Navaja multiuso (tipo Victorinox); cuchara y tenedor.

-         Linterna. Aconsejo una de colocar en al cabeza, tipo espeleólogo, te deja las manos libres y es muy cómoda de orientar. 

-         Visera o sombrero (hay que llevar algo para defenderse del sol)

-         Como toalla existen unos paños esponjosos muy absorbentes y de poco peso (los venden en tiendas de deportes).

-         Polvos antisudor, antiolor, antisépticos y crema; todo ello para los pies. No hay que olvidar que el cuidado de los pies es prioritario, incluyendo las uñas, que deben estar recortadas.

Un cayado o bastón es una herramienta de apoyo que ayuda al peregrino. Otros, prefieren tener las manos libres y caminar  despreocupados de su custodia, pero en mi caso y por propia experiencia prefiero la ayuda.

En el Camino me caí dos veces, una a la salida de Villafranca y otra al principio de la etapa Arzua – Monte do Gozo. En ambas me golpeé las rodillas. Gracias a Dios, los golpes fueron leves y Gonzalo, nuestro curandero, los pudo dulcificar y pude continuar.

Según Lisardo, de haber llevado un cayado hubiera tenido mayor estabilidad y, quizás, no me hubiera caído. Creo que tiene razón, el peso de la mochila modifica el centro de gravedad del cuerpo y es más fácil tropezar y caer.

Lisardo es fabricante de cayados para peregrinos, por lo que su opinión es autorizada. Cuando se presentó en Ponferrada venía apoyado en un báculo  excepcional, hecho a mano. Posteriormente, en la visita que hicimos al Monasterio de Samos, el padre Agustín, portero del monasterio, maravillado por el cayado, le hizo una ventajosa oferta de compra, ¡y mira tú si el padre Agustín ha podido ver bastones de peregrino! Lisardo sólo consintió en sacarse una fotografía que enviamos como recuerdo al Monasterio. El cayado llegó a Santiago y ahora, una vez bendito, descansa en su casa de Toreno.

Es necesario un Botiquín para el grupo, conteniendo lo siguiente:

-         Un par de vendas grandes, para sujetar tobillos, etc.

-         Gasas y cinta adhesiva fuerte para tapar las bojas, ampollas o vejigas una vez desinfectadas.

-         jeringuillas hipodérmicas, del tipo desechable, para extraer el líquido de las ampollas e inyectar el desinfectante.

-         Pastillas contra la diarrea.

Lo mejor es consultar con un farmacéutico o médico con quien se tenga confianza, hacer una lista y meterlo todo en una bolsa que llevará el enfermero del grupo, es decir, alguien del grupo tiene que hacerse cargo de la función de enfermero. En nuestra experiencia Gonzalo lo hizo de maravilla. En la etapa de Villafranca del Bierzo a O Cebreiro, etapa dura donde las haya, Gonzalo, además de atendernos a Lisardo y a mí, tuvo que intervenir a un peregrino del grupo de los vascos, que llevaba una boja en mal estado. Incluso les facilitó una jeringuilla que, como nos dirán en una de las etapas posteriores, ha servido para curar a otros peregrinos necesitados.

Resulta superfluo llevar cantimplora, aunque pueda parecer apropiado o típico, porque pesa mucho y es incómoda para llevarla, además se calienta y en el Camino no faltan fuentes y establecimientos donde saciar la sed. Jose y Gonzalo se desprendieron de sus cantimploras de litro (de kilo) en Rabanal del Camino. Después de 160 Km. de llevarlas a cuestas. Todo aquello que pesa y no tiene una función necesaria, es superfluo y debe desecharse.

 

ENTRENAMIENTO

 Se precisa entrenamiento para el Camino. El calzado debe estar hecho al pie y la espalda a la mochila. Si tienes que comprarte unas botas nuevas para ir a Santiago, no esperes al último día. Es más, debes adquirirlas con tiempo suficiente para adaptarlas a tus pies.

 Las botas: que recojan el tobillo y resistentes a la humedad. Debes combinar la mejor opción entre la estructura de la bota y su peso. No es necesaria una bota de alta montaña pero tampoco sirven unos deportivos. En los establecimientos de deportes de montaña te asesorarán, pues se trata de una consulta muy común.

 Recomiendo comenzar el entrenamiento, como poco, un mes antes de la salida programada, procurando calzar las botas todos los días. No hay que preocuparse mucho por encontrar un buen camino para el entrenamiento, vale el asfalto si no hay otra solución más a mano. Al principio no se trata de andar mucho, lo que se quiere conseguir es adaptarse al calzado y también a la mochila.

 Poco a poco hay que ir incrementando la dosis, con paseos de 8, 10, 12 Km. O, expresado en tiempo, 2 ó 3 horas andando. Dentro del mes antes del viaje, en los últimos 15 días, hay que hacer un par de veces una caminata de unos 20 Km.

 En el propio Camino, en las primeras etapas, se va adquiriendo forma. Recuerdo que en nuestro peregrinaje, Lisardo se incorporó al grupo en Ponferrada, cuando ya llevábamos 190 Km. andados. Sin darnos cuenta de la situación (nosotros estábamos bien rodados y Lisardo recién incorporado), caminamos a un ritmo que para Lisardo fue excesivo.

 Lisardo sufrió mucho de los pies y creo que, en parte, fue debido a que no acudió bien entrenado al Camino.

No olvidad la mochila. Resulta engorroso entrenarse con mochila pero es conveniente. No digo llevarla todos los días, pero alguna vez habrá que cargar con ella, aunque sólo sea para saber lo que pesa.

 

PROGRAMACIÓN DE LAS ETAPAS

Programar las etapas es una tarea imprescindible. Existe mucha información, fácil de conseguir, donde te puedes apoyar. El Consorcio “Patronato Provincial de Turismo de León” publica una guía del Camino en la provincia de León muy interesante: manejable, liviana y con mucha información útil.

En esta guía el trazado en la provincia esta dividido en 9 etapas que nosotros prácticamente hemos seguido a partir de Villadangos del Páramo. Saliendo de Ciguera las etapas fueron:

1ª- Ciguera - Cistierna (26 Km.),

2ª- Cistierna - Quintana de Rueda (29 Km.)

3ª- Quintana - Arcahueja (26,5 Km.)

4ª- Arcahueja - Villadangos (29 Km.)

Creemos que en esta primera parte del Camino programamos unas etapas excesivamente largas. Tal vez una etapa mas, intermedia, incluyendo a  Mansilla de las Mulas, por ejemplo, hubiera sido mejor.

Puede resultar de interés para esta primera parte del trazado consultar la guía “Ruta Vadiniense” que publica la Asociación de Amigos del Camino de Santiago en colaboración con el Grupo de Acción Local Montaña de Riaño.

5ª-Villadangos - Astorga (29 Km.)

6ª- Astorga - Rabanal del Camino (21 Km.)

7ª- Rabanal - Molinaseca (29,5 Km.)

8ª- Molinaseca - Villafranca del Bierzo (31,5 Km.),

9ª- Villafranca - O Cebreiro  (31 Km.)

En Laguna de Castilla, último pueblo de la provincia rayando con Galicia, termina la información de la guía del Camino de Santiago en León. Por otra parte, el albergue de Laguna suele estar cerrado hasta el verano.

En Galicia el Camino se concentra y ramifica a la vez, con profusión de albergues, por lo que se dispone de muchas opciones de programación. En el tramo gallego, nuestras etapas fueron:

10ª - O Cebreiro – Triacastela (22 Km.)

11ª- Triacastela – Sarria  (24,5 Km.)

12ª- Sarria – Portomarín (22 Km.)

13ª- Portomarín – Palas de Rei (25 Km.)

14ª Palas – Arzua (28,5 Km.)

15ª- Arzua- Monte do Gozo (32,5 Km.)

16ª- Monte do Gozo – Santiago de Compostela (4 Km.).

Todo el mundo recomienda pernoctar en los albergues del Monte do Gozo, como etapa previa a la entrada en Santiago de Compostela. Estos albergues conforman un gran complejo, moderno, de atención al peregrino, formado por un conjunto de pabellones con literas (en total 800 plazas) y otras instalaciones como restaurante, cafetería, tiendas de artículos de regalo, cabinas telefónicas, etc.

ORGANIZACIÓN DEL DÍA A DÍA

A simple vista parece que una vez iniciado el Camino y dado el primer paso, solo hay que dejarse llevar y ya está. Nada más lejos de la realidad. Nosotros tuvimos la suerte de contar con Jose y Gonzalo que son personas con mucha experiencia en este tipo de convivencias.

Levantarse, asearse, vestirse, preparar la mochila, ocupar las literas, ducharse, lavar la ropa, secarla, recogerla, etc. etc., son actividades que requieren disciplina y organización. Gonzalo y Jose consiguieron que todos funcionásemos como un reloj suizo.

Decidimos, de forma general,  madrugar (entre las 6 y las 7 horas) para llegar al albergue antes de comer, con tiempo para asearnos, recoger y salir al restaurante. Por la tarde, con mayor libertad, lavar y secar, salir de visitas y compras y disponer de algún espacio para el tiempo libre.

Cada día acordábamos la hora conveniente para salir. Era responsabilidad de cada cual cumplir con los horarios, siendo respetuoso con el resto de peregrinos del albergue: no meter ruidos, no encender las luces generales, etc. Cosas de sentido común.

A medida que nos agrupábamos para salir, después de recoger y antes de echar la última mirada, comíamos algunas frutas (los más rezagados lo hacíamos andando). Cuando teníamos dominada, más o menos, la mitad del recorrido, (entre las 9 y las 10 horas) parábamos a desayunar: abajo las mochilas y la alegría y el buen humor se hacían un hueco entre nosotros.

El desayuno habitual consistía en un café con leche grande, con tostadas o magdalenas. En Melide, en el de trayecto de  Palas de Rei a Arzua, fue una excepción, allí desayunamos unos tazones de chocolate con churros recién hechos y en abundancia. Una delicia.

Normalmente llegábamos de los primeros al albergue, igual demasiado pronto, ya que en este tema cosechamos algunas vivencias. Por ejemplo, en Astorga, el Camino entra en la ciudad por un extremo y el Albergue Municipal esta en el otro, en lo alto de la ciudad. Recorrer este último tramo, cuesta arriba, se nos hizo penoso: ya no caminamos, simplemente nos arrastramos. Preguntamos en varios puntos de la ciudad por el albergue, pero, seguramente por el cansancio, no conseguíamos entender bien las indicaciones y cuando por fin lo encontramos, la peregrina inglesa nos dice que no abre hasta las 13,30 horas. Estábamos cansados y no podíamos comprender que no estuviera abierto. Pero era así: echamos las mochilas al suelo y a esperar.

En Molinaseca, una situación similar, llegamos mal, con los pies recalcados por la bajada desde la Cruz de Ferro. El Albergue Municipal también esta al otro lado del pueblo. Ni siquiera paramos en alguno de los bares al atravesar la Calle Real, solo queríamos llegar y quitarnos las botas.

Llegamos pero la puerta estaba cerrada. Observamos un papel con un número de teléfono para llamar al Hospitalero. Conectamos con el, llega y abre el albergue a las 13,30 horas. Más de lo mismo nos ocurrió en Triacastela.

Una vez que entras en el albergue comienza una rutina: primero es presentar las Credenciales para obtener el sello del mismo, a continuación hay que pagar un donativo de 3 ó 4€, dependiendo del albergue y de los servicios que dispone (en los albergues gallegos no es obligatorio pagar, pero acordamos seguir aportando un donativo de 3€). Seguido ocupar tu litera dejando la mochila sobre ella y, sin perder mucho tiempo, a la ducha, para tratar de no quedarte sin agua caliente. A partir de aquí el ritmo se ralentiza, vestirse con la ropa de calle, recoger la ropa de lavar y acordar la hora de salir a comer.

En el albergue de Molinaseca y como consecuencia directa del cansancio y las prisas por acabar las labores antes de comer, vamos rápidamente en busca de la lavadora automática, metemos la ropa, el detergente y las monedas para ponerla en marcha. Observamos que comienza a girar pero no vemos salir el agua. Miramos a ver si esta cerrado el grifo y no lo encontramos. Nos hacemos de cruces.

¿Como es posible una lavadora que trabaje sin agua? -Nos preguntamos. Ya estamos a punto de llamar al hospitalero, cuando descubrimos que se trata de una secadora, la lavadora estaba al lado. No, las prisas no son buenas consejeras.

Algunos albergues tienen cocina, con su menaje y mesas para comer, donde los peregrinos que lo deseen pueden preparar su comida. Nosotros no hicimos uso de estas facilidades. Habíamos decidido desde el principio ir a comer de restaurante. En las poblaciones asociadas al Camino existe un Menú del Peregrino, muy similar al Menú del Día, que en nuestra opinión es suficiente y cuyo precio oscila entre 7 y 8 €. Sin excepciones, comimos bien en todos los sitios, seguramente por el apetito que llevábamos después de recorrer la etapa. El menú que más veces repetimos fue churrasco de ternera y ensaladilla rusa.

En Santiago de Compostela, el lugar mas concurrido por los peregrinos es el Restaurante Manolo. Otros puntos para recordar son: En Villadangos, la bodega El Valle; en Molinaseca, el restaurante El Palacio; el Nacho en Villafranca del Bierzo, el Carolo en O Cebreiro, el Vilarino en Palas de Rei y el Suso en el Monte do Gozo.

Por las tardes hacíamos las compras de comestibles para la cena y el arranque matinal: frutas del tiempo, queso, membrillo, frutos secos, galletas y chocolate. En el capitulo de las bebidas: vino para la cena y líquidos “endrogados” para el recorrido de la etapa (Red Bull, Powerade, Gatorade, etc.) por cierto, que resultaron muy eficaces.

Recomiendo que se nombre un tesorero del grupo para que se haga cargo del pago de todos los gastos de manutención, alojamiento y varios que se puedan producir. En nuestra experiencia Jose fue el encargado. Lo hizo de nota. Reclamaba las sucesivas derramas, pagaba religiosamente mientras los demás nos desentendíamos y, para colmo, nos entregó un resumen económico. ¡Que más puede pedirse!

 

SITUACIONES ESPECIALES

 En este apartado quiero relatar aquellas situaciones que me resultaron especiales, por diferentes conceptos. Las agrupo por lugares en el Camino, como podía haberlos clasificado por vivencias, sensaciones o anécdotas. Para empezar, y porque concierne al tramo Vadiniense de nuestro peregrinaje, y también porque, en mi opinión, no es lo suficiente conocido, no puedo dejar de referirme al Camino Real, para algunos Calzada Romana, que hoy día es transitable entre la Presa de Remolina y Valdoré.

Según la guía de la ruta Vadiniense, una Calzada Romana que nos conduce durante algunos kilómetros por donde pasaron cántabros y vadinienses, soldados romanos, mercaderes medievales y caballeros. No sería un fraude agregar: y montañeses a Tierra de Campos para intercambiar sus productos artesanales por cereales y vino. En algunos tramos del recorrido, espectaculares desde el punto de vista turístico, te sorprende la importancia de los trabajos que tuvieron que ser realizados para salvar escobios y sierras.

 En Cisterna, mencionar la casa de Eumene, madre de Jose, porque de acuerdo con su hospitalidad montañesa, mamada y transmitida de generación en generación, hace que el forastero se sienta mejor que en su propia casa.

 En Quintana de Rueda, el Hostal Prado, con sus modernas instalaciones, pero sobre todo, con su dueña a la cabeza y su trato espontáneo y natural. Para nosotros, el valor de este Hostal se acrecienta por el detalle de ofrecer a Gonzalo una habitación independiente para que pudiera roncar y los demás dormir. Sería por esto que, al entrar en el albergue de Astorga, que dispone de 242 literas, le preguntamos al hospitalero si no existía una “suite” especial para gente que ronca. El hospitalero, que comprende la idea y la comparte, nos comunica seriamente: “quien no quiera oír ronquidos que se hospede en un Hotel”.

  En Rabanal del Camino, Román cumplió 68 años. Román es el veterano del grupo y quien mejor ha aguantado las dificultades físicas del Camino, sin ampollas, ni caídas, ni nada de nada. En la etapa con final en O Cebreiro, subiendo las últimas cuestas después de La Faba, lloviendo sin descanso, Román, Gonzalo y Lisardo van por delante, Jose y yo vamos rezagados. Gonzalo nos espera, Lisardo cede, pero Román sigue y va con tanto ímpetu, que incluso sobrepasa andando a unos peregrinos que iban en bicicleta. Tal es el pundonor deportivo de mi hermano. Resultó el peregrino más competitivo del grupo.

 Por otros motivos es impresionante el paso por Foncebadón hacia la Cruz de Ferro. Allí te sobrecogen sus parajes inhóspitos, desolados, hoy día  abandonados aunque está documentado que en aquella localidad se celebró un Concilio en el Siglo X. Es en Foncebadón donde hay que cargar con una piedra: su tamaño y forma depende de la voluntad de cada cual, para después arrojarla en el montículo de la Cruz de Ferro, continuando así, nosotros y todos los peregrinos, una tradición de los caminantes paganos. La desolación y el abandono muestran de forma palpable los cambios que sufren las sociedades humanas y sus asuntos.

Este mismo ambiente de abandono y desolación se respira en el largo descenso que desde la Cruz de Ferro nos lleva hasta la hoya del Bierzo. Bajando por aquellas veredas en fuerte pendiente, la mayoría de ellas no aptas para carros, no es difícil comprender el aislamiento en que han vivido estos habitantes de las montañas. Estas veredas fueron durante muchísimos años las únicas comunicaciones entre las montañas de la Maragatería y las tierras llanas del Bierzo.

 Fue inolvidable la estancia en el albergue de O Cebreiro; llegamos con una chupa impresionante, las mochilas mojadas a pesar del protector (se ve que el agua había penetrado por la espaldera y las había empapado). Por ese motivo pesaban aún más, castigando la espalda que estaba dolorida, mojada y fría. Sellamos las Credenciales, ocupamos las literas y observamos que las ropas del interior de la mochila estaban humedecidas 

El albergue dispone de radiadores eléctricos, pero la red que los alimenta estaba desconectada. Ante esta situación, nos cambiamos y salimos a la calle para encontrar algún sitio donde comer y secar, cuando menos, las botas. Después de dos o tres intentos damos con el restaurante Carolo, que tiene la chimenea encendida, y allí nos quedamos a comer; previamente colocamos las botas delante del fuego.

Por la tarde Gonzalo consigue que enciendan los radiadores del albergue y ponemos a secar toda la ropa. Es en esta situación cuando Lisardo le cede las sandalias a la joven catalana que no tiene nada para ponerse. Por causas inexplicables los dos calzan el 39 ¿sería el azar o cosas de lo alto? Poco antes de dormir la joven catalana devuelve las sandalias y, una vez todos acostados, parece que vuelve el buen humor al grupo y como niños bien aprendidos rezamos en voz alta nuestras oraciones: “con Dios me acuesto, con Dios me levanto…”, “cuatro esquinitas tiene mi cama…”, “ángel de la Guarda, dulce compañía…” que hacen estallar en risas, y ¡qué risas! a la joven catalana.

Otro punto que me sorprendió fue el Monasterio de Samos. Desde el exterior se ve descomunal, lo conforman varios edificios que se van adosando en diferentes direcciones haciendo que la planta del monasterio sea inmensa. Si quieres sacar una fotografía del conjunto observas que no entra. Más de 10.000 metros cuadrados construidos, dos Claustros, una Iglesia y diferentes edificios ahora más desocupadas que en el pasado. Hoy día tan sólo 8 Padres Benedictinos atienden el extraordinario complejo monacal. En la Portería del Monasterio, el Padre Agustín nos acuñó uno de los sellos más impresionantes del Camino: a imagen y semejanza del Monasterio.

Y, finalmente, Santiago de Compostela, donde te impresionan la majestuosidad y solemnidad del conjunto monumental: la Catedral, el Monasterio de San Martín, el Hostal Reis Católicos, la Praza do Obradoiro, donde el ruido ronco e imponente de las campanas te estremece. Además, el bullicio y alegría de los peregrinos, el propio hecho de culminar el Camino, el de abrazar al Apóstol.

Santiago representa el punto final, donde el peregrino se estremece, involuntariamente, y comprende que la aventura ha concluido, ha terminado.

Sin embargo, aquí y ahora, ha llegado también el momento de valorar internamente lo que a cada uno nos ha supuesto esta peregrinación. Entre otras conclusiones, propias de cada cual, espero que represente para todos un recuerdo vital e inolvidable y nos de esa clase de experiencia que nos sirva para ser menos temerosos y mas confiados, menos metidos en nosotros mismos y mas abiertos a la gente, en fin, una experiencia humana enriquecedora.

¡Buen Camino Peregrino!

Sin más, un fuerte abrazo a todos los peregrinos que compartimos en el Camino aquellos momentos difíciles, momentos de silencio, momentos duros, penosos, pero también, y por encima de ellos, aquellos buenos ratos, situaciones anecdóticas, dicharacheras y alegres que disfrutamos juntos.

Solo me resta decir, al contrario que en el cine, que todas las situaciones y personajes de este relato son reales, tan reales como el propio Camino. Finalmente si alguno de mis compañeros se ha sentido ofendido o lastimado o, simplemente, mal interpretado, le pido disculpas y que le eche la culpa más a mi torpeza o falta de habilidad que a la intención de molestar.

                                                                          Plentzia, 5 de Enero de 2005 

Luis Manuel Eguía

 

La Voz de Salamón Nº 12. Año2005.